Mujeres a la carga

Mujeres a la carga

ALICIA DE WOODMAN INAUGURA SU SEGUNDA INDIVIDUAL MAÑANA A LAS 7 DE LA NOCHE EN LA GALERÍA 2V’S. EXHIBE CATORCE OBRAS DE MEDIANO Y GRAN FORMATO

La vida es como una montaña rusa, una veces de subida otra veces de caída. Cuando Alicia de Woodman empieza a ver la vida a cuadritos, su lienzo se llena de figuras abstractas. En las épocas de felicidad fugaz, los bodegones invaden los cuadros. La transición de abstracto a bodegón y viceversa está marcada por mujeres melancólicas que entran y salen de su pintura sin anunciarse.

Pintar abstractos es para la artista como visitar al psiquiatra. Desfoga locura y rabia y es el único momento en el que bautiza sus cuadros, como una manera de exorcizarlos, dice. Los bodegones están en el extremo opuesto, buena parte de ellos muestran una mesa servida, frutos generosos de la tierra y naturaleza viva. Tienen como denominador el buen ánimo de la autora que firma como «Icha» desde que su esposo la convenció de que en el Norte es el diminutivo de Alicia y no de Isabel como todo el mundo cree.

Esta legión de mujeres que están presentes en la mitad de los 14 cuadros que integran su segunda individual empezaron a salir de su pincel a partir de septiembre del 99. A diferencia de las primeras, que comenzó a pintar en sus inicios, éstas ya no tienen cara de Barbie, ni los brazos cruzados. Más bien están provistas de indumentarias recargadas, motivos barrocos, detalles trabajados a partir de la utilización de una técnica mixta que combina el acrílico, el óleo y hasta el collage, con predominio de los colores fuertes. Contrariamente, la artista se define como una persona muy sobria que tiende a los negros, beige, o colores enteros al momento de vestirse y reserva la policromía para sus modelos.

El año pasado por primera vez expuso en el extranjero 16 pinturas. Fue invitada para mostrar su obra en el Commerz Bank Wansee de Berlín. Algunos de sus cuadros la estaban esperando en la casa de su hija que reside en esta ciudad. Sucede que periódicamente cuando viajaba a Alemania llevaba consigo o enviaba alguno de regalo. Los lienzos comenzaron a poblar las casa vecinas y con el tiempo aparecieron los primeros pedidos. Hasta que un miembro de la institución financiera apreció su trabajo y le cursó la invitación para exponer. En octubre llegó Icha con seis cuadros más para completar la individual. 

Atrás ha quedado el temor de exponer sola, dice. «Antes pensaba que mis cuadritos eran solamente para colgarlos en casa o regalarlos a mis hijos, tenía mucho miedo de enfrentar al público, peor a los críticos, hasta que en el 95 me dieron un premio por participar en un concurso de talleres organizado por la Embajada de Colombia y algo cambió en mí».

Desde entonces, calcula que ha pintado poco más de 200 obras por la necesidad imperiosa que tiene de comunicarse. Los hijos se han marchado del hogar con el devenir de los años, y mientras su esposo muere por el deporte, ella vive por la pintura. Ahora que sus mujeres encontraron una posición cómoda dentro del lienzo, ella predice que en la siguiente muestra aparecerán bailando, sueltas de huesos, pero indudablemente bien vestidas. 

EL COMERCIO.
29 de febrero de 2000. Patricia Castro Obando